sábado, 29 de marzo de 2008

Ricardo Lagos quiere ser presidente de nuevo: una vez tragaedia, otra vez farsa

RICARDO LAGOS QUIERE SER PRESIDENTE DE NUEVO: UNA VEZ TRAGEDIA, OTRA VEZ, FARSA

1. Cuando tenía 18 años y corría un venturoso 1988, el grupo de militantes de la Juventud Socialista de la escuela de teatro donde estudiaba organizó una exposición de Ricardo Lagos Escobar con el objetivo de argumentar sobre la conveniencia de votar por el NO en el plebiscito que luego abriría el camino a los gobiernos civiles luego de 17 años de dictadura. Lagos ya era bien conocido y en un salón que se volvió minúsculo tuvo que recibir una batería de cuestionamientos de la juventud anticapitalista allí abarrotada, donde ya se hacía el análisis de un eventual pacto interburgués, por arriba, y digitado por EEUU, que hablaba de que Pinochet se había convertido en un problema para los intereses del capital en Chile ante el avance de la protesta y violencia popular, y que las elecciones templarían las aguas.
Entonces Lagos tomó todas las preguntas que habíamos formulado y levantó la voz diciendo que, de ganar el NO, y luego arribar un gobierno de oposición a la dictadura, ello, por ningún motivo era la antesala para la “revolución socialista”. Eso nosotros, en realidad, ya lo sabíamos. Sin embargo, Ricardo Lagos, ante un público crítico y juvenil, aseguró que lo que vendría era una apertura democrática que terminaría con las políticas privatizadoras de la dictadura, el sistema de AFP’s, las ISAPRES, la educación particular subvencionada y construiría un país pleno de justicia social, participación auténtica, igualdad, y juicio y castigo a los culpables de los crímenes políticos pinochetistas. El hombre parecía convincente. Sin embargo, 11 años después, en 1999, Lagos accedería a la presidencia, consolidando y profundizando toda la política económica instaurada por la clase dominante a través de Pinochet y su régimen de horror.

2. A menos de dos años de las próximas elecciones presidenciales, la desesperación concertacionista ante su crisis explícita de sentido y la ofensiva de la derecha histórica, acude a “viejos bueyes” para procurar resolver política y mediáticamente la posibilidad de hacerse de otros 4 años en el Ejecutivo.
Mientras la demócrata cristiana, Soledad Alvear, apresura sus ganas, el ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle, en compás de espera, aguarda el mejor momento para saltar al ruedo electoral, intentando configurar una correlación de fuerzas favorable.

3. Pero ya es el turno del ex presidente Ricardo Lagos, quien, a tropezones, producto de las pugnas internas del conglomerado en La Moneda , anuncia su disposición presidencial, alentada por el Partido Por la Democracia (instrumento político inventado por el propio Lagos para enfrentar el plebiscito de 1988, cuyo resultado dio inicio a los gobiernos civiles) y un grupo de diputados socialistas, sepultando de un empellón las aspiraciones de José Miguel Insulza, actual presidente de la ornamental Organización de Estados Americanos (OEA).
Ricardo Lagos Escobar ganó las elecciones presidenciales en 1999, con tres puntos porcentuales sobre el candidato ultra derechista, Joaquín Lavín. Su gobierno estuvo caracterizado por la continuación, acentuación y consagración de las políticas neocapitalistas fundadas por el imperialismo norteamericano a través de la oligarquía nativa y transnacional durante la dictadura pinochetista.
Por eso no es extraño que la gestión del ex mandatario haya sido zalameramente elogiada por informes del Fondo Monetario Internacional (institución guardiana, ejecutora y mandamás –junto a la Organización Mundial de Comercio y el Banco Mundial- del movimiento del capital financiero internacional de origen norteamericano). Allí la tecnocracia de la clase dominante mundial festejó en julio de 2006 –tocando parte de la continuidad laguista en la forma de Bachelet- el superávit estructural de la economía chilena, sus equilibrios macroeconómicos, la apertura hacia el exterior y las privatizaciones. Naturalmente las felicitaciones no mencionaron que el superávit se mantiene bajo llave como aval histórico de la burguesía en aprietos; que los equilibrios macroeconómicos son a costa de la desigualdad estructural y de la empobrecida economía real de la mayoría nacional; que los tratados de libre comercio son fórmulas que consolidan las relaciones asimétricas entre los países pobres y el primer mundo; y que las privatizaciones engordan las cuentas corrientes de una minoría privilegiada y castigan, en múltiples dimensiones, a los trabajadores y al pueblo.
Especialmente directa, sin ambigüedades ni poesía, fue la intervención de un dirigente empresarial de la burguesía gremializada en la Confederación de la Producción y el Comercio, que al despedir la presidencia de Lagos, declaró “el amor” que siente el empresariado por él, mientras un mediano empresario lo acusaba desde la galería por no prestar apoyo a su sector, ni a la clase media, concentrándose sólo en el bienestar del gran capital. Un Lagos genuinamente emocionado manifestó en la ocasión que “Solamente quiero darles las gracias por el apoyo que he sentido de muchos de ustedes. Por la forma en que sus instituciones han funcionado y decirles que creo que me voy teniendo más amigos que hace 6 años.” No faltaba más. Un presidente proveniente de la Concertación , asociado a la lucha antipinochetista, y pintado de socialista había legitimado durante su mandato las políticas nucleares de la dinámica neocapitalista, cautelando inmejorablemente los intereses de los dueños de todo, y manteniendo el control y paz social necesarias para la reproducción creciente de las ganancias de unos pocos.


4. El sexenio de Lagos estuvo marcado a fuego por la privatización del agua y la industria sanitaria (hoy en manos del capital extranjero); el intento de privatizar los hospitales públicos mediante el autofinanciamiento (arremetida frenada transitoriamente por los trabajadores del sector); profundizar una educación de clases, ofreciendo enormes garantías al sector privado de la enseñanza que terminaron con entregarles la administración y ganancias de prácticamente la mitad del sistema escolar de este derecho social a sostenedores particulares, muy lejos de la excelencia pedagógica y muy cerca del lucro. Al respecto la peregrina reflexión y fundamento laguista era que “lo público” se definía por la orientación del servicio en vez que por su propiedad. De esta manera, la salud, la educación, el transporte público y la previsión social se homologaban con los supermercados y las tiendas “abiertas al público”, lugares donde la minoría que cuenta con los recursos suficientes compra los mejores artículos de consumo, y los pobres permanecen condenados a lo poco y lo barato. La fórmula de Lagos ratificó los derechos sociales esenciales de las personas como mera “mercancía”, agudizando una sociedad estamental, paradigmática a nivel mundial, y caminando más lejos incluso que la ortodoxia neocapitalista.

5. Pero bajo el gobierno de Ricardo Lagos, no sólo se sufrió la concentración de la propiedad de la riqueza en diversos ámbitos productivos, comerciales y financieros; no sólo concesionó a privados la construcción y peaje de las carreteras principales del país (que sólo el 2002 produjo utilidades superiores a los 100 millones de dólares); además, en junio de 2003, inauguró la primera cárcel privada de Chile, y privatizó hasta el borde costero para estacionamientos. Uno de los aspectos más sensibles para millones de chilenos que padecieron directa e indirectamente la represión, sin antecedentes históricos en el país, bajo la dictadura de Augusto Pinochet, tuvo que ver con la promulgación de una ley para el tema de prisión política y tortura, que hizo oídos sordos a las recomendaciones emanados de tratados internacionales, y negó reparaciones adecuadas a las víctimas. En los hechos, obsequió a las Fuerzas Armadas 50 años de secreto sobre la identidad de autores de crímenes contra la Humanidad , toda vez que, a la fecha, ninguno de los torturadores de las, al menos 35 mil víctimas que se presentaron oficialmente, ha podido ser condenado. Por el contrario, el mandatario concertacionista –de militancia socialista, PPD y originalmente Radical- entregó cuantiosos recursos fiscales a los militares para compra de armamento sofisticado y desarrollar tecnologías de guerra, que contravienen absolutamente la inspiración de integración y unidad latinoamericana que caracterizó siempre a Salvador Allende y al Partido Socialista chileno. Un capítulo completo de ironía y vergüenza nacional e internacional, lo comportó el compromiso de su gestión de entregar impunidad a Pinochet y a los criminales de los Derechos Humanos.

6. En el plano internacional, Ricardo Lagos se convirtió en uno de los principales aliados del presidente norteamericano George Busch, cuyo prontuario militarista, inhumano y contrario a los intereses de los pueblos del mundo, es conocido profusamente. De esta manera, el gobierno chileno se hizo parte vergonzante del eje geopolítico pro imperialista y extensión de las políticas provenientes del Pentágono, constituido por Colombia, México y ahora Chile, y abiertamente contra los gobiernos de mayor sesgo latinoamericanista de Venezuela, Brasil y Argentina.
Como premio a la lealtad ominosa a la administración Busch, se le concedió, absurdamente, la investidura de Enviado Especial de Naciones Unidas para el Cambio Climático –lo que causó el espanto y la ira de las organizaciones ecologistas del país-, considerando que Lagos, entre otras cosas, eliminó la medida contemplada originalmente en el Plan de Descontaminación Atmosférica de Santiago, que impedía la extensión de la capital sobre tierras agrícolas, como asimismo, la violación de áreas de valor natural y preservación ecológica. También aprobó el uso del petcocke como combustible complementario, pese a los severos cuestionamientos internacionales al respecto; y producto de la autorización de edificación de un mega proyecto de la industria forestal que contaminó las aguas del sur chileno, se precipitó una mortandad de cisnes de cuello negro jamás ocurrida en el país. Otro tanto aconteció, y sigue aconteciendo, con la aprobación del Proyecto Binacional de extracción minera Pascua Lama, situado en el norte chileno, a cargo de la empresa canadiense Barrick Gold que, directa o indirectamente, implica dañar tres glaciares milenarios en la zona, vitales para mantener los flujos hídricos y hoy en franco deterioro producto del aumento de la temperatura global. Finalmente, vale recordar que el nuevo sistema de transporte colectivo llamado Transantiago –“Transfracaso” para los trabajadores y el pueblo de a pie- se formuló bajo su gobierno, provocando así, un nuevo atentado contra la ya pésima calidad de vida de los capitalinos de Chile.

7. Para el conjunto de la comunidad nacional es uno de los hechos de corrupción gubernamental más escandalosos en la historia de los gobiernos civiles post dictadura. Se trata del caso llamado MOP-GATE que implica a funcionarios del Ministerio de Obras Públicas, cuando Ricardo Lagos era jefe de la cartera bajo el gobierno de Frei. Las “pérdidas” fiscales todavía no son cuantificadas y su proceso judicial, en curso, ha involucrado inexorablemente a Ricardo Lagos. Sus resultados aún deben ver la luz.

8. El estilo de Ricardo Lagos durante su presidencia llevó a los extremos el carácter presidencialista que han caracterizado hegemónicamente la democracia burguesa en Chile, a través de su historia. Su figura, paulatinamente, fue asociada a un estadista prepotente, implacable en sus dichos e iniciativas antipopulares, y a una suerte de “complejo de reyezuelo” que sus seguidores califican de “autoridad”.
Sin embargo, tras el fenómeno, y su impronta de “padre castigador” y humor sanguíneo imperturbable hacia los de abajo, y arribismo condescendiente hacia los de arriba, se traman los intereses del capital financiero, la comunión con el empresariado, la ultra liberal y el nepotismo (su hijo, Ricardo Lagos Weber, fue Ministro Secretario General de Gobierno de Bachelet, sin más atributos que su condición familiar. Ya nadie lo recuerda, de hecho, salvo por su extraña manera de bailar cueca).
La derechización de la Concertación de Partidos Por la Democracia nunca fue más evidente que durante su mandato. Apadrinó a Michelle Bachelet en la idea gatopardista de cambiarle el rostro aparente al conglomerado político con una mujer de mandataria, y ahora, después de ese nuevo fracaso, vuelve por el sillón presidencial. Parte de la desorientación concertacionista lo observa como “única tabla de salvación” frente al avance de la derecha histórica, en un contexto de desaceleración económica, agotamiento estructural del conglomerado actual en La Moneda y sin más ofertas que “más de lo mismo”, y hasta con los mismos personajes.
La clase política asociada a la Concertación envejece en la impotencia del seguidismo de la refundación capitalista instaurada por la dictadura, la repetición agotada y agotadora de sus mismos actores y su fraseología democratoide, sin convicción ni credibilidad. Como un sistema cerrado que comienza a alimentarse de su propia descomposición.
Y a propósito del retorno de Ricardo lagos Escobar a las lides electorales, ya lo dijo hace mucho el más grande intelectual y uno de los mayores revolucionarios de la humanidad, un barbudo de origen judío cuya producción analítica y práctica consecuente, partió en dos la historia de la modernidad mundial: “Hegel (el extraordinario filósofo alemán) dice en alguna parte que todos los grandes hechos de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.”

9. Las dos alas del bloque en el poder se intoxican en dinámicas que poco interesan a las grandes mayorías, pero que son la expresión y legitimación político jurídica del modelo profundo, caracterizado por gobernar sin pueblo, para bien de las clases dominantes y maldición popular. Hasta que no concurran las fuerzas históricas de los de abajo, los trabajadores y el pueblo, al llamado necesario de su unidad granítica, en número y cualidad, y transformarse en alternativa y ruptura de las fuerzas de la burguesía ambidiestra. Pueblo seguro en sus convicciones, atento a sus intereses últimos, organizado y dispuesto al empeño duro de caminar hacia un gobierno genuinamente de las mayorías, con proyecto propio y contrario a los intereses de la minoría hoy en el poder.

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